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Ya no tenía empresa ni obligaciones, ya podía hacer lo que quisiera y empezar, por fin, mi gran aventura. Justo en ese momento, un familiar muy cercano cayó gravemente enfermo y decidí posponer el viaje para estar a su lado y ayudarle a gestionar su negocio.  
 
Aunque sentía que hacia lo correcto, no paraban de surgirme dudas: ¿Cómo iría todo? ¿Cuándo se recuperaría? ¿Qué haría yo ahora? ¿Podría hacer algún día el viaje? ¿Qué iba a hacer ahora con mi vida? ¿Cómo me ganaría de la vida?…  
 
Así que la incertidumbre y el miedo me llevaron a aceptar las propuestas de colaboración de varios amigos empresarios y empecé trabajar con ellos como asesor independiente sin plantearme nada más. No habían pasado ni dos meses desde la venta y ya me encontraba de nuevo en el mundo empresarial.