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Después de muchos debates internos y contra toda opinión externa, me decidí a vender mi parte del negocio siguiendo el susurro (en esa época ya gritos) de mi corazón.  
 
Tomar esa decisión me costó mucho, ya que suponía desapegarme de todo por lo que habíamos luchado durante los años más importantes de mi vida hasta ese momento.  
 
Mi plan para reconectar conmigo mismo era iniciar un gran viaje, una aventura sin fecha de retorno, que me permitiera conocerme mejor y sanarme, mientras descubría el máximo número de culturas del mundo.